domingo, noviembre 28, 2004

Coraza de cartón

Ella, agazapada entre sus brazos, deseó no amanecer nunca lejos de sus labios...

Abrió los ojos y dejó escapar un leve suspiro. Estaba sola. Los cerró y deseó esfumarse con el llanto. Apretó fuerte la almohada contra el pecho y se prometió levantar de nuevo las murallas de su castillo encantado...

Pasaron los días, las semanas... y ella dejó de sentir hormiguitas en el estómago, mariposas en los párpados y las manos. Se encerró en su mirada y trató de no buscar más preguntas, ni más respuestas. Sacó brillo cada día a su coraza de cartón y fue adornándola con recuerdos de historias pasadas y sueños truncados... Le pintó cascadas de lágrimas y tribales de colores. La paseó orgullosa por las calles de su ciudad, de la de otros, y por cada lugar de cualquier lugar...

A veces recordó su rostro, sus besos, y deseó no haberse dejado llevar... Otras se alegró por haber dejado de cometer estupideces, por dejar de confiar, de querer y creer en el amor, por no dejar entrar a nadie más en su castillo... Y otras, las menos, lloró en silencio por no haber sido capaz de enamorarle, por haber perdido la ilusión y el encanto de sus ojos... (pero esas nunca las contó).

Nunca le volvió a ver. Borraron aquella y todas las noches compartidas. Olvidaron sus nombres y el sonido de sus risas. Ella le escribió cartas que nunca envió. Él le compuso mil canciones que cantaría a otras mujeres.

Ella aprendió a olvidarle. Él a recordarla. Ella reconstruyó su palacio de cristal algunas veces más. Él destruyó los que pisaba. Ella empezó a cultivar un jardín con girasoles en su alma. Él olvidó regar sus plantas y se marchitaron pronto. Ella viajó a la India, Londres y Egipto. Él apenas salió de su barrio. Ella revisó los planos cientos de veces y marcó nuevos rumbos y metas. Él se casó y tuvo dos hijas. Ella guardó su armadura en un armario y dejó que se arruinara. Él olvidó retirársela y se incrustó en su piel. Ella siguió arriesgando. Él siguió perdiendo. Ella volvió a creer en el amor y él nunca supo lo que era.

Ella compuso un rompecabezas de ilusiones y fantasías, también de bonitos recuerdos. Coleccionó besos y caricias que mostraría en sus libros y exposiciones. Congeló momentos y se quedó con lo mejor.

Él se divorció y se casó un par de veces. Le ascendieron en la empresa y se compró un Ferrari y un chalet en Benidorm. Coleccionó alguna que otra entrevista en la radio y trofeos de golf.

Ella le hubiera abrazado cada noche... Y él se marchó.


(PD: Gracias a todos esos hombres que tienen el "don" de aparecer y desaparecer de nuestras vidas como por arte de magia. Sin ellos, este cuento no hubiera sido posible. Y a vosotras, por no convertir vuestras corazas en segunda piel, aunk cueste... No vale la pena)