martes, abril 05, 2005

De vuelta...

Tras casi un mes de desconexión he decidido volver. Volver al mismo sitio de donde salí, el punto de partida positivo y tranquilo. Han pasado muchas cosas en apenas treinta días. Cosas buenas, muy buenas, malas, muy malas y peores, pero he tomado la decisión de no quedarme parada, de digerir tranquilamente todo lo sucedido y seguir andando. Nadie frena por nadie y a mi me queda mucho que andar.

Londres fue increíble. Un sueño hecho realidad junto a una de las personas que más me importan. Toda una aventura y una prueba de fuego que por supuesto superamos (y con nota).

Las Fallas valencianas, genial. Creo sinceramente que han sido de las mejores que he pasado en mucho tiempo, y no sólo por la fiesta, el ambiente y los buenos ratos, sino por estar cerca de las personas a las que quiero y extraño, cerca de las que quiero y están hoy a mi lado y lejos de aquellas que no supieron/quisieron ir más allá. Ha sido una experiencia productiva y enriquecedora, divertida y muy agradable unas veces, triste y estresante otras. Emociones a flor de piel hasta el último instante, hasta el último abrazo, hasta el adiós de la estación. Contener las lágrimas y la rabia, levantar la cabeza y reconocer tus debilidades, las de todos. Un nudo en el pecho durante días que no acaba de deshacerse hasta que lo hace y puedes respirar tranquila o, por lo menos, respirar, sin más. Luego la calma y mil sonrisas dedicadas a los mejores momentos vividos juntos, la recapacitación y la justa importancia de las cosas.

Mi semana de relax en Valencia se hizo corta, pero me dio tiempo a pensar, a poner en orden mis ideas, procesar toda la información que había ido acumulando a lo largo de los días y diluir bien esos sentimientos que también habían quedado enquistados dentro de mi. Pero sobre todo pude compartir mi tiempo con personas a las que adoro. Me apetecía más que nunca abrazar mi mundo, con las palmas bien abiertas, con el corazón en la mano. Decirle a mi madre cuánto la quiero, demostrarle lo agradecida que estoy por todo lo que ha hecho y hace por mi cada día. Animar a mi tía y a mis abuelas. Arrancarles sonrisas y ganas de seguir luchando. Contagiarles un poco de alegría y darles lo único que piden, amor. Es más fácil de lo que pensaba. Achuchar a mi hermano y repetirle mil veces que le quiero y le echo de menos. Conversar con mi padre mientras observo de cerca el brillo de sus ojos al mirarla. Reencontrarme con él, con ellos, con ella. TODO ha sido importante, y necesario para no dejarme caer y ser arrastrada por los sentimientos negativos que me saludaban desde las esquinas. He dado y he recibido amor. Más del que hubiera imaginado. La valoración no puede ser otra, aunque sea entre lágrimas, que positiva.

Y de vuelta aquí, por si no hubiéramos tenido bastante, las intrépidas aventureras deciden escaparse de nuevo de esta ciudad. Primera parada: Badajoz. Destino: Lisboa. Fin de semana para todos los gustos. Días de colores y atardeceres originales. Idas, venidas, mareos, sustos y risas. Impredecible, espontáneo y peculiar viaje que, de una manera u otra, devuelve la magia a mis sentidos, y espero que a los suyos. El primero de todos los que vengan y deseemos compartir. Unas Thelma y Louise del s. XXI, un Brad Pitt latino y mucha (pero mucha) carretera por delante.

Anoche dormí por fin en mi cama, en mi casa salmantina. Cansada pero contenta. Después de una larguísima conversación que aguardaba en un altillo el momento propicio, las palabras adecuadas, para salir en mi búsqueda. Derroche de cordura y sensatez, de una amistad que cada día se afianza y crece. La guinda que endulza un pastel un tanto amargo. El cuento de buenas noches más largo y el te quiero más sincero.

Casi treinta días y un millón de pensamientos, de emociones y de nuevas conclusiones. Más canciones que añadir a la banda sonora de esta gran superproducción, más historias que contar y lágrimas que olvidar. Más sonrisa, más palabras, más verdades...

Y ahora, ya de vuelta de todo, a seguir caminando y echar la vista atrás sólo cuando sea necesario o, cuanto menos, cuando lo que vea me invite a sonreir.