lunes, enero 24, 2005

Mala porque me da la gana

El día que hizo su último examen de fin de carrera, llevaba puesta junto al bolsillo de la chaqueta, una chapa de color rojo en la que ponía claramente: "Mala porque me da la gana".
El día que aprobó el MIR, también la llevaba y, por supuesto, el día que entró a trabajar en aquel gran hospital y estrenó su bata blanca, colocó justo al lado de su nombre bordado aquella chapita de color rojo que decía "Mala porque me da la gana".

Como era de esperar, pronto fue llamada a hablar con el director del centro, pues en todas las plantas del hospital se hablaba de ella ya en su primera semana. En un principio, ella se alarmó, pero en cuanto supo cual era el motivo de su requerimiento se tranquilizó.

Entró en el despacho a las 16:03, nada más empezar su turno de tarde. Llevaba unos vaqueros algo desgastados, unas deportivas y la bata blanca bien blanca y bien planchada. Y junto al nombre que su madre le había bordado al lado izquierdo de la misma, su chapa roja. Él la invitó a sentarse y ella le contestó que le gustaba estar de pie. Él se levantó y comenzó su discurso mientras caminaba lentamente de un lado a otro del despacho: "¿Cuántos días lleva trabajando aquí, señorita?... ¿usted ha visto que alguien lleve "chapitas" de colores en sus batas?... ¿considera seria su actitud?... Imagino que no querrá empezar su estancia con mal pie..." Ella aguantó todo lo que pudo, pero en un descuido fue incapaz de contenerse y le sacó la lengua poniendo una mueca. Él se quedó mirándola, indignado primero, sorprendido después y fascinado unos segundos más tarde. No supo qué decir. Ella le volvió a sacar la lengua y le sonrió, esta vez ladeando su cabeza hacia un lado mientras levantaba las manos como las levanta una niña que intenta decir algo así como "yo no he sido". No pudo más que devolverle la sonrisa y quedarse nuevamente callado. Ella se dio la vuelta y se marchó por donde había entrado.

Eran las 16:13 y había arrancado ya 2 sonrisas.