miércoles, febrero 09, 2005

Pasaron las turbulencias

- Ya no tiene porqué seguir viniendo- Esas fueron exactamente sus palabras. - Creo, bueno creemos, que está en el buen camino, y lo ha encontrado usted sola, así que ya no nos necesita- Explicó con una sonrisa en los labios el joven terapeuta. Ella asintió con la cabeza, dio las gracias por todo y se marchó de la consulta.

Habían sido meses duros, pero al parecer lo peor había pasado y ella ya no necesitaba su ayuda. Se metió en una cafetería y pidió un café con leche y una hoja en blanco. Escribió en ella las cosas que habían cambiado últimamente. Intentó recordar en qué momento se perdió todo y cómo fue dejando que se desvanecieran, mar adentro, las ilusiones. Encontró los entresijos, los cruces y las curvas mal tomadas del camino. Descubrió el atajo que la había llevado a perderse. El miedo ya no era miedo, sino una palabra escrita sobre el papel. Ya no había trincheras ni guerras, ni dolor en forma de lanzas, ni lágrimas, ni silencios. Ya no había nada de todo aquello. Sólo el recuerdo de un pasaje, de un tramo turbulento y ácido que la empujó a salir corriendo en busca de ayuda.

Ahora todo eran palabras, sencillos trazados sobre el mapa de su vida. Para ella todo tenía sentido, aunque probablemente no le serviría a nadie más. A lo mejor no valía la pena ni siquiera intentar comprenderlo. Sólo quien había estado cerca podía atisbar el proceso, intuir los cambios. Ella al fin entendía cómo había llegado hasta allí, y cómo había sido que después de tantos meses su terapeuta se había despedido de ella tranquilamente. Sabía lo que había aprendido, y para ello no sólo había tenido que perder su estrella, sino también su cielo y casi el rumbo de su vida. Pero lo había conseguido y se sentía contenta.

Ahora estaba ahí, frente a una hermosa taza y su mapa del tesoro, escurriéndose entre las sombras que dibujaba su mano en el papel, buscando la manera de hacerle entender a alguien lo que había ocurrido dentro de ella, lo que la había hecho despertar del letargo y salvarla de un triste final. No encontraba las palabras, sólo el sentimiento. No encontraba la forma de expresar todo lo que sentía. "A veces -escribía- no se pueden expresar las emociones tal y como las sentimos, no podemos hacer encajar todas las piezas ni entenderlo todo mediante la razón. ¿No será mejor dejar que fluyan?"... Tenía ganas de gritar, de lanzar un beso al aire y que llegara a todos los rincones del universo.

Tenía todavía muchas preguntas, pero ya no sentía el bloqueo que una vez le hizo perder el equilibrio. Había ganado confianza, seguridad, calma y fuerza. Ya no le asustaban las respuestas, pero tampoco preguntar, tropezar o saltar al vacío. A pesar de las turbulencias, estaba más viva que nunca.