jueves, mayo 26, 2005

Saber de ti...

Quisiera saber cuál es la última canción que escuchas antes de cerrar los ojos, qué cuento le pedías a tu madre justo antes del beso de buenas noches. Quisiera saber qué hay dentro de esa mirada y hasta dónde llega cuando mira. Saber tus locuras de juventud y tus sueños de madurez prematura. Quisiera conocer lo que esconden tus sábanas y tus miedos, tus enfados y delirios...

Quisiera perderme entre lineas y que me descubrieras espiándote cada noche. Quisiera ver tu sonrisa y saber que sonríes, sentir tu piel y saber que sientes. Rozar tu alivio y tu calma, calmar tu sed.

Quisera saber más de tí y de tu vida, de quién eras y quién querías ser cuando soñabas despierto. Saber de tus viajes y laberintos, de tus memorias perdidas, de lo que tienes ahí dentro que tan bien escondes. Saber escuchar lo que tengas que contarme y acariciar tus anhelos con mis dedos. Saber de ti y de tus misterios sin que exista el miedo a sufrir o a perder el tiempo. Saber que eres tú el que me mira y espía, el que me busca y me llena de vida. Saber que eres feliz siendo quien eres.

Quisiera saber si habrá mañanas invisibles o ayeres pesados, para empezar hoy mismo a recoger mis bártulos y partir, antes de que sea demasiado tarde.

lunes, mayo 23, 2005

Esta boca es mía

Se armó de valor y saltó al campo de batalla. Sin casco, sin escudos protectores de su alma. Con el pecho al descubierto y el corazón en la mano. Se lanzó al abismo del recuerdo y recordó... "Será mejor que aprendas a vivir sobre la linea divisoria que va del tedio a la pasión"...

Caminó guiada por sus pasos y el miedo la siguió aferrado a su sombra. Irguió el gesto y cerró los ojos. La contienda podía no tener fin o ser el final de su propia guerra. Se lanzó al abismo del recuerdo y recordó... "Se trata sólo de poder dormir sin discutir con la almohada, dónde está el bien, dónde está el mal"...

Y de fondo, Sabina le cantaba... "Sal ahí, a defender el pan y la alegría, y sal ahí, para que sepan... Que esta boca es mía"...

sábado, mayo 14, 2005

Terremotos en el alma

Cuando él mira, lo hace de forma que tus adentros tiemblan. Cuando habla, seduce con sus palabras los temblores y los calma, los recoge uno a uno y los ordena por orden alfabético. Revoluciona los sentidos y los doma al mismo tiempo que camina, sigiloso, hacia dentro. Prende fuego al epicentro del asunto y lo apaga cuando calla, cuando duerme a tu lado y te abraza.

Él es capaz de provocar mareas en tus ojos y terremotos en tu alma.

lunes, mayo 09, 2005

Con chocolate caliente, por favor...

Se levantó de un salto de la cama y miró a su alrededor. Era necesario empezar a poner un poco de orden. Comenzó por retirar los sueños rotos que tenía escampados sobre la mesa. Las cartas arrugadas, las fotos grises, cada uno de los besos que había ido depositando ahí cada noche con la esperanza de que algún día él fuera a recogerlos. Bajo la cama tenía desperdigados decenas de abrazos sin dueño, de colores y tamaños variados, que recogió con minucioso cuidado y depositó, bien doblados, en los cajones. Caricias de terciopelo asomaban por las puertas entreabiertas del armario, así que lo abrió de par en par dejando que se abalanzaran sobre ella y la tiraran al suelo. Tras revolcarse un rato sobre la alfombra de ternura se sentía un poco aliviada. Se preparó un zumo de pomelo y dejó correr el agua en la bañera. Un toque de canela y sales de fresa para endulzar su piel. Se llevó un par de libros al baño y pasó varias horas en remojo. Tuvo tiempo de repasar mentalmente la lista de las cosas que debía comprar: varios kilos de optimismo y sonrisas caramelizadas, velas de colores brillantes, un osito de peluche que supiera abrazar, spray anti-fantasmas y un par de baúles con candado para guardar todo aquello que le estorbaba.

Se situó frente al espejo y buscó sus pinturas de guerra. Ella no se maquilló, pero comenzó a dibujar sobre su imagen unas orejas de burro y una gran narizota de payaso, flores en el pelo y un ridículo cuerpecillo que recordaba al de una marioneta. Miles de estrellas iluminaban el cristal empañado y apenas quedaba espacio para verse reflejada. Se vistió y volvió a la habitación. Todo tenía un color diferente. El Sol se asomaba sonriente por la ventana y Fito cantaba mejor que nunca. Llenó varias bolsas con diapositivas desgastadas y recuerdos olvidados, sentimientos oxidados por las lágrimas y malos presagios. Guardó bien los besos y se aseguró de que las caricias y abrazos estuvieran en su sitio.

Salió a la calle y se detuvo frente al contenedor más próximo. Respiró hondo al tiempo que estrellaba con fuerza las bolsas contra el fondo y echó a andar con paso firme y decidido, sin volver la vista ni un instante, levantando bien la mirada hacia el cielo, como queriéndolo rozar con la punta de su nariz respingona. Ahora quedaba un poco menos por hacer. Se metió en una heladería de la plaza y, luchando contra su propia voz, pidió uno de esos helados que tanto le gustaban. Con cara inocente sonrió al camarero y añadió: "Con chocolate caliente, por favor..."

sábado, mayo 07, 2005

Alumbrar el alma

Una empresa líder en el sector de la electricidad estrechamente relacionada con la Iglesia, ha enviado una carta al Presidente del Gobierno, exigiéndole la exterminación inmediata de ciertos sujetos que habitan el país (tienen nombres y apellidos que omitiré por respeto) y, tras estudiar minuciosamente el caso y descubrir las posibles consecuencias de su evasiva ante tal hecho (el pueblo, con poder, manda), ha decidido adoptar una medida algo más leve. Les ha concedido una nueva identidad y puestos de trabajo vitalicios excelentemente remunerados a cambio de que mantengan su secreto de por vida. A cambio de que jamás hagan públicos sus poderes mágicos para alumbrar el alma.

Por supuesto, nadie estaba a favor de aceptar la propuesta, pero han tenido que hacerlo, por aquello del respeto a la Autoridad, por no alterar el orden público ni arriesgarse a ser misteriosamente eliminados del planeta (cosas del Estado Democrático de Derecho en que vivimos...).

Pero hay cosas que ni el Gobierno ni las empresas privadas pueden controlar, y así es que he descubierto, casi por casualidad, los nombres originales de algunas de esas personas, y, de nuevo casualmente, me he topado con ellas (puede que el orden de ocurrencia fuera otro). Sin querer he desenmascarado a esas personas que iluminan el cielo por las mañanas y encienden las estrellas por la noche, las que reparten sonrisas allá por donde van y hacen crecer girasoles en el alma de quien los conoce. Por supuesto, ellos no lo hacen queriendo, pues los vigilan desde arriba la mayor parte del tiempo. Pero a veces, cuando el mundo se duerme y nadie les mira, te guiñan un ojo desde las sombras y, misteriosamente, la luz se enciende. Las nubes cambian de color, las grietas se abren y te alumbran el alma, aunque sea por unas horas, quizás segundos, y por fin encuentras, debajo de la cama o detrás del sofá, tus gafas de ver el mundo. Esas lentes que habías dado por perdidas y sin las que apenas eras capaz de distinguir un "te quiero" de un "adiós", un beso de un dedal, una lágrima de una sonrisa o un cumpleaños de un funeral.

Ell@s hacen todo lo posible por pasar inadvertid@s, por evitar situaciones embarazosas como que una niña les pida que den vida a su muñeca o iluminen su castillo encantado mientras otras le hacen corro. Les horrorizan los agradecimientos infinitos y la atención prolongada. Son extremadamente tímid@s, discret@s, modest@s, inteligentes y divertid@s, aunque, por aquello de integrarse en la sociedad, a veces se muestran cabezotas, obstinad@s y algo despreocupad@s. No visten de manera especial ni hacen malabares con los sueños en mitad de la calle. No siguen una dieta excesivamente equilibrada ni hacen demasiado ejercicio. Estudian tu misma carrera o cualquier otra, se sientan a tu lado en clase o justo en la otra punta. Trabajan en aquello que les gusta o en algo que detestan pero les da de comer y, sea como fuere, lo hacen bien. Tienen un talento especial para el arte. La música, la lectura, la escritura o la magia son sus debilidades. Son capaces de iluminar la armónica más diminuta y el texto más triste, de deslumbrar desde lo alto de un escenario o el fondo de un bar al más incrédulo, o hacer reír al más afligido.

No l@s distinguirás por guap@s, alt@s, atelétic@s o distinguid@os (lo cual no quiere decir que no lo sean), sino por una mirada especialmente brillante y profunda, por un gesto amable y sincero, por su inconfundible manera de abrazar y su pasión por el chocolate, la tarta de limón o la comida exótica. Por su inagotable energía y su espontaneidad, su risa y su inconmensurable poder para contagiarla. L@s distinguirás por el aleteo de mariposas en tu estómago cuando se acercan demasiado, por la confianza que te inspiran o las lágrimas que saltan al vacío cuando están lejos. Por el poder que tienen para hacerte abrir los ojos y dejar que la luz pase y se acomode, por su interés en que descubras que, en realidad, todos somos parte de esa lista sin saberlo, y tenemos el poder oculto de alumbrar nuestra alma y la de todos.

Si alguna vez andas dormid@ o despistad@ por la vida, y sientes que tu alma se apaga, abre la ventana y deja que entre la luz a despertarte. Abrázala fuerte y respira hondo hasta que haga germinar los girasoles y entonces, guarda el secreto. Serás un@ de ell@s.

lunes, mayo 02, 2005

Ciegos de remate

Somos ciegos muchas veces, o nos comportamos como tales. Tantas veces como días no hemos visto salir el sol o aparecer la luna ante nuestros ojos. Estamos ciegos y perdemos el tiempo preguntándonos dónde andarán las nubes o porqué las estrellas han dejado de brillar. No vemos el llanto de la persona amada o dejamos de ver la sonrisa de quien está lejos por no poderle tocar. Perdemos de vista el horizonte y nuestros sueños se esconden tras altas montañas de nostalgia o de tristeza. Es ciego el que no ve y el que no quiere ver, el que ve la vida pasar y no agarra fuerte las riendas. El que se esconde, el que calla, el que escucha sin oir o mira sin fijarse. Nos volvemos ciegos cuando amamos con locura y cuando lloramos, cuando tenemos delante a alguien especial y no valoramos sus ilusiones y formas de entender el mundo. Estamos ciegos de remate cuando no vemos nada más allá de un beso o una canción de amor, un poema o una lágrima. Cuando alguien nos mira a los ojos y no ve más que soledad o ira, también estamos ciegos.

Somos ciegos tantas veces, que empiezan a desaparecer los colores y matices, los trazos limpios y puros, las sombras, los brillos, los destellos y misterios de la luz. Y lo triste no es sólo que nos quedamos sin colores, sino que las personas se vuelven grises y contagian su forma de mirar sin ver, de tener sin ser, de vivir sin sentir nada. Se extiende la ceguera y nos quedamos a oscuras, perdiéndonos todas las cosas maravillosas que podríamos disfrutar con sólo abrir un poquito los ojos.